mar guerrero

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Viajes imaginados, viajes posibles



“Vino en una cosa de metal que relucía a la luz del sol –recordó la señora K, y cerró los ojos evocando la escena–. Yo miraba el cielo y algo brilló como una moneda que se tira al aire y de pronto creció y descendió lentamente. Era un aparato plateado, largo y extraño. Y en un costado de ese objeto de plata se abrió una puerta y apareció el hombre alto.” (1)

Este episodio de la novela Crónicas marcianas de Ray Bradbury narra el momento en el que la señora K, una habitante de Marte, describe a su marido la llegada de un ser humano a este planeta. Aunque el autor fechaba esa llegada en el año 1999, todavía a día de hoy el hombre no ha logrado pisar el planeta rojo. De hecho, según informes recientes de la agencia espacial realizados por la Sociedad Planetaria, la NASA no prevé enviar astronautas a la órbita de Marte hasta el 2033, llegando a pisar su superficie en 2039.

El género de ciencia ficción –surgido sobre todo a raíz del gran avance tecnológico y científico del siglo XX, así como gracias a los viajes espaciales y la llegada del hombre a la Luna– se presenta como un importante punto de referencia y de inspiración en el arte contemporáneo. En el caso de la propuesta Crónicas marcianas de Mar Guerrero, la artista se convierte en ese personaje que viaja al planeta Marte, un personaje que, además, nos recuerda a la figura de Marco Polo en sus viajes a ciudades invisibles, descritas por Italo Calvino.

Lo interesante de este proyecto es observar como Guerrero no decide sólo crear una mera representación de esa hipotética expedición, sino que plantea la posibilidad de transitar, habitar y vivir ese nuevo escenario. De este modo, establece unas coordenadas alternativas, espaciales y temporales, creando una tensión entre la imposibilidad y la realidad. Para ello, como la artista subraya, su objetivo es “conectar con la imaginación del espectador, para que él mismo construya el propio viaje, un viaje imaginativo a través de los espacios desérticos del planeta rojo”.

Crónicas marcianas muestra una serie de imágenes proyectadas, a modo de diapositivas, de la llegada a Marte de Mar Guerrero. Para que esto pueda ser experimentado por el espectador, la artista escoge lugares y situaciones que nos invitan a aproximarnos a la naturaleza marciana. El observador queda enfrentado a la conmovedora belleza de lo desconocido que conocemos. Estas imágenes ayudan a reconstruir todo un imaginario que nos remite a Marte y a sentirnos inmersos en este viaje propuesto: espacios desérticos, paisajes rojizos, ocres y anaranjados, laderas ondulantes y erosionadas o inmensas masas de agua. La proyección se acompaña de un casco, que la artista presenta como parte de su traje espacial, y de un ejemplar de la novela de Bradbury.

Asimismo, esta obra funciona en muchos niveles. Es posible reinterpretarla como forma satírica para acercarse a cuestiones sobre la búsqueda de agua y, por tanto, de vida. Un aspecto que nos remitiría a conceptos como colonización, barbarie y distopía. Pues para algunos, esto refuerza el sueño de enviar exploradores o quizás incluso sentarse para conquistar el Sistema Solar.

Pero, más allá de todas estas cuestiones. ¿A qué se enfrentaría un astronauta al llegar al planeta Marte? O, en este caso, ¿qué encontrará el espectador cuando se sumerja en el viaje planteado por Mar Guerrero en sus Crónicas marcianas? En definitiva, esta posibilidad dependerá de la predisposición de cada uno para dejarse llevar por su imaginación y adentrarse en estos nuevos territorios.

(1) Ray Bradbury: Crónicas marcianas, Ediciones Minotauro, Barcelona, 1979, p. 19.

Jose Luis Giner Borrull







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Desde un indicio hasta el instante antes de su derribo


Cuando miramos el cielo nocturno nos imaginamos que las estrellas están invisiblemente conectadas mediante líneas fantasma formando constelaciones. Sólo así podemos contar historias sobre ellas.

Tim Ingold
LÍNEAS


El objetivo principal es establecer vinculaciones entre dibujo, sonido y movimiento a partir de la documentación fotográfica de una acción hallada en el espacio cotidiano, para reflexionar acerca del tiempo, poniendo en tensión conceptos como los de dispersión y velocidad con los de duración y experiencia temporal, cuestionando el uso de los espacios y los objetos, enlazando ideas sobre renovación y desecho con las de reactivación y resignificación, trabajando a partir de elementos y acontecimientos aparentemente insignificantes, utilizando el rastro, las huellas de una sociedad en continuo cambio hacia lo nuevo, para llevar a cabo una arqueología del tiempo que investiga a partir de la memoria de los espacios.

Al comienzo de este proyecto encontramos una imagen que documenta unas huellas, el vacío dejado por varios objetos que han estado sobre una superficie expuestos al polvo durante un largo tiempo. A partir de los cuatro signos que aparecen en esta primera imagen y a través de la repetición de los mismos en otro plano, se compone una pieza sonora interpretada a través de la relación directa de cada signo con un instrumento y sonido concreto, de manera que tanto los instrumentos como el sonido de los mismos se corresponden con cada uno de los cuatro signos encontrados. Estas dos piezas determinan la acción de la bailarina, influida por las formas y sonidos extraídos a lo largo del proceso.

Aparece una cercanía entre el espectador y la figura de la bailarina, en cuanto a la experiencia espacial. Mientras la bailarina dibuja en el suelo como resultado de sus movimientos, el espectador es influido por los signos que se encuentran en la superfície del espacio expositivo que, inconscientemente o no, marcarán su punto de vista al relacionarse con las piezas de la sala, ya que cada signo señaliza una dirección o posicionamiento en este espacio, de manera que los mismos signos dispuestos y realizados mediante procedimientos diversos y sobre superficies diferenciadas abrirán una red de posibilidades y vinculaciones infinitas, planteando varios caminos de reflexión acerca de los medios de producción y las relaciones de sentido que articulamos en el contexto cotidiano. El aspecto temporal también es relevante, así como el autor coreano Byung-Chul Han escribe sobre el valor de la experiencia y el “aroma del tiempo” en su ensayo folosófico sobre el arte de demorarse, donde pone en contraposición la velocidad de la modernidad con la experiencia de la duración, para hacer referencia a cómo el tiempo histórico no admite ninguna demora, esta práctica hace referencia a que no es la eterna repetición de lo mismo lo que dota de sentido al tiempo, sino la posibilidad de cambio y de la mudabilidad de las cosas. Se establece también una tensión temporal a partir de la inconografía que se extrae de la fotografía principal, donde se sugieren referencias a la historia del arte, situadas en un espacio donde el polvo se deposita en una linealidad visualmente imperceptible.

Desde un indicio hasta el instante antes de su derribo, narra el proceso de desarrollo de una idea hasta su posible desmantelamiento, haciendo hincapié en las circunstancias y acontecimientos que lo vehiculan. Durante el proceso de trabajo se da rienda suelta a que las situaciones sucedan, seleccionándo los instantes que dan cuenta de este procedimiento de adaptabilidad al contexto cotidiano. El instante antes del derribo está protagonizado por una persona que va a estar influida por una sucesión de indicios, relaciones de sentido, su bagaje personal y el espacio físico donde está situada, el cual van a derribar inminentemente. Al final del proceso encontramos un escenario invadido por escombros e incertidumbres todavía insalvables.


Mar Guerrero






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El elogio a la forma


Un diálogo entre tres artistas y un comisario ha llevado al desarrollo de tres proyectos específicos, basados en la apropiación de elementos geométricos hallados en el propio espacio expositivo.

Alejandro Pajares despliega una estructura sustentada entre la propia tradición de la pintura, la alteración del espacio arquitectónico del objeto cuadro y la anulación de una parte de la arquitectura del espacio expositivo donde se emplaza, a través de una intervención en ángulo llamada Intervención sobre rincón. Con listones de madera de sección cuadrada, un tablero contrachapado y pintura en espray bicolor modifica la concavidad del rincón enfatizando su geometría.

Haciendo uso de los cuatro pilares que marcan, dividen, y soportan este mismo espacio, Mar Guerrero inicia un juego de relaciones entre los formatos y distancias de estos elementos, materializando desde el suelo y en la parte central de la sala la obra Donde los pilares se diluyen. Este trabajo aporta levedad a la idea del elemento sustentador de la sala, mientras reflexiona sobre lo aparentemente imprescindible en relación al espacio arquitectónico que experimentamos y damos por hecho.

Las piezas Forma autónoma sonora nº 1 y nº 2 suponen la introducción del sonido como fin en la práctica artística de Juan Sánchez. El artista localiza cuatro puntos en dos superficies arquitectónicas verticales para, mediante un compás doméstico, delimitar dos formas básicas. Estas se traducen en sendas planchas de metal, colgadas a modo de gongs y desplazadas noventa grados respecto a su posición original. Cuatro personas activarán y completarán esta instalación sonora al pendular las plomadas que se encuentran frente a cada una de las piezas.

Joaquín Ruiz


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